Agobiar a la audiencia con datos autobiográficos no es mi costumbre. Diré solamente que inicié mis estudios de Metafísica China hace casi 20 años, en una época árida cuando el Feng Shui se encontraba en pañales en la mayor parte del mundo; mucho del verdadero conocimiento ancestral estaba reservado sólo a aquéllos que podían traducir del Chino antiguo. Lo único que teníamos a la mano los mortales comunes eran algunas pocas técnicas Sān Yuán (三元), entre ellas la de Fei Xing (飛星) o Estrellas Volantes. Y así nos aplicamos todos, por un corto tiempo afortunadamente, afanosamente a curar sectores y fue entonces que nuestra práctica se tradujo y redujo a una absurda terapia de colocación de objetos con supuestos súper poderes. El Feng Shui era un cuestión de fe.

Aunque personalmente me esmeré en aprender la 81 combinaciones y sus supuestos ajustes, nunca pude superar el desconcierto que me provocaban sus dramáticas transcripciones; creo que todas sin excepción bien hubieran podido caber en el histriónico proscenio del Teatro Kabuki. Con cuánto escepticismo escuchaba yo recomendaciones tales como la de intercambiar la imagen de algún santo por un Píxiū (貔貅) para conseguir novio. La verdad, poner a San Antonio de cabeza surte mejores efectos. Muchísimo ha pasado desde entonces, actualmente el número y calidad de publicaciones y maestros que han surgido desde principios de este siglo nos han colocado en la privilegiada posición de aprender con base firme una ciencia, no un credo.

Y es esa perspectiva sobria, holística y rigurosa la que me gustaría compartir con Ustedes. Mi opinión por eso mismo, puede diferir en algún momento de la de aquéllos que consideran que un mapa de estrellas volantes lo es todo, que el BaZi (四柱命理) es un oráculo inexorable estilo griego y que los objetos poseen propiedades mágicas. Respeto sin excepción todas las posturas, sólo les pido a los miembros de este foro que se mantengan abiertos a explorar otras alternativas que bien podrían complementar y enriquecer su práctica profesional actual.